El Globero/El Globero Narrador

Ayer

Cuando tienes una historia que contar todo está hecho, la cuentas y ya está. Si quieres lucirte te esmeras en el hilo narrativo y no te hacen falta otros recursos. Sin embargo, cuando no hay historia que contar, el problema es otro. ¿Cómo empezar a escribir algo sin tener ni idea de lo que vas a decir, de qué sentido va a tener la siguiente frase? Te has puesto música, la inspiración está a tu lado, flota en el aire. Pero, sin historia no hay narración, no hay nada. Entonces la linea que separa al creador de su obra, que distingue la realidad de lo ficticio, lo que es verdad y lo figurado, desaparece. No existe, puesto que no hay nada que distinguir.

No es fácil sacar una historia de donde no la había, pero en su caso, si la historia surge, surge de la nada, ésta será tan verdad como la realidad de su escritor y puede que tan pésima como las ideas que la llevan a cabo. Todo es efímero cuando ni siquiera es.

El eterno reto del folio en blanco, días atrás sustituido por otros colores, cuadriculados y finalmente por un pantalla. ¿Qué queda de aquel reto de antaño, cuando ahora escribes, borras, duplicas, lees y envías textos desde un medio en el que, al mismo tiempo, puedes escuchar música?

Simplemente nada, nada en la hoja que sigue siendo blanca, pese a todo, hasta que por fin, se dibuja un hombre, alto quizá, no, delgado, elegante ¿o tan solo lleva un abrigo negro? Y sus ojos, sus ojos son…

Volviendo al principio, qué decir de cuando el folio ya no está en blanco, cuando se ha escrito algo y la continuación no es evidente. El hombre moreno parece querer ser rubio. Pero, ¿qué hombre?¿había ya hombre?¿tenía nombre?¿quién necesitaba la historia?

-Dime, ¿tienes algo que contarme?
Silencio
-Espero una respuesta.

El hombre caminaba por una alameda, sin álamos, era un paseo que se llamaba alameda. Quizá alguna vez hubo álamos o puede que aquellos árboles fueran álamos y nunca me molestase en saber lo que es un álamo. Horrorizado observo la cantidad de veces que he escrito la palabra “álamo”.

Ese hombre era un protagonista necesitado de historia y mi historia necesitaba de un protagonista. Ninguno alcanzamos nuestras pretensiones. Para que un protagonista tenga historia, la historia ha de ser una realidad. Ergo no hemos empezado bien. Estoy feliz, no he usado ni una sola vez los paréntesis(a la larga se entenderá esta afirmación.)

Una ciudad bañada por el mar y la lluvia (típico, bonito y no tardaré en joderlo) pero que no quería un río. Una población de mente insignificante, como todas, y una casa, negra de humo y antigüedad, no importa dónde, sólo cuando. Ayer.

Una mujer, no vivía en aquella casa, ojalá, todo sería más fácil (no tiene por qué ser cierto). Ahora me enfrento al reto de describirla, el cual voy a evadir mencionando únicamente su edad, era muy joven. (Intención de la palabra muy: no quiere decir nada, sólo dar una impresión que puede ser equivoca dependiendo del lector, el cual puede no existir más que en mi imaginación…)

Un chucho, no se molesten en encariñarse con él, ya está muerto, nunca me gustaron los chuchos.

Una mesa, un mantel, un plato, un pastel, huele a queso, no, el queso no huele. Es de varios ingredientes imposibles de distinguir. Parece demasiado dulce, me abstendré de probarlo.

Un momento que varía del presente, al pasado y futuro tan pronto como me olvido de lo que estoy diciendo, es lo que tienen las historias que no existen.

En serio. Ayer.
Estaba escribiendo.
Un instante.

Volvamos a la casa, había un pastel.
-¿Qué fue de aquella anciana?
-Murió.
-Vaya.
Ćest la vie.

Esto carece de sentido, hasta para mi. Tratemos de definir las cosas, la mujer estaba detrás de mi. Ambos en la casa. El chucho era mentira, nunca existió. El día, ayer. Había hecho un pastel. Era mi madre. Dije que era joven, pero no dije que sólo hubiera una mujer, además para ser mi madre, podría ser joven. Salgamos a la calle.
-Necesito una historia.

Me paré ante un gran edificio de tonalidad azul derivada hacia un gris tristón. Nada había allí que pudiera interesarme, pero me paré y observé. Normalmente cuando observo no veo nada y cuando veo, ni veo ni observo. El caso es que había una mujer, salía del edificio. Ésta si podía ser la del principio. Servía copas en un bar. La seguí claro, no la conocía.

No era alta, no era rubia, no era mayor, era una mujer. Caminaba a pasos pequeños, no a mucha velocidad, pero dejaba baldosas atrás con facilidad. A estas alturas debería haber surgido algún giro narrativo, alguna metáfora, algo, sin embargo nada… Vacío.
Algo me atraía de ella, era parte de nada, pero pronto sería un principio. Se paró a hablar con un hombre, parecían cariñosos, la besó, en la boca. No lo pude evitar, lo maté.
Volvía a estar sola, aturdida, no parecía haber edificios, gente, absorta en la nada y en el todo, una palabra, ensimismada, atónita, nada conciso, todo posible, nada probable.
Le ofrecí pastel, me lo había hecho mi madre, era libre de dárselo a quién quisiera. Lo rechazó. Lo admito, me dolió. Pero era demasiado dulce.

El hombre de la alameda, con o sin álamos, llevaba sombrero, merece la pena decirlo porque un sombrero, no sé, hoy en día es raro. Quizá no había sombrero, ni siquiera hombre. Volvamos a empezar.

Había una mujer. Triste, inteligente (porque lo digo yo, voy a tener que esperar a que lo demuestre, no te jode, lo digo yo y aquí soy dios), tenía algo su andar que la hacía diferente. Pero seguía, no sé, en otro mundo, caminaba, avanzaba. ¿Si hubiésemos puesto un semáforo en su camino habría parado? Lo dudo, por eso no lo puse. No había mundo que la mereciese tal y como era, nadie la había entendido, era… Diferente. No hablaba. ¿Era muda? Lo dudo. Sus ojos…
Sus ojos eran…
Sus ojos eran profundos, tiernos, húmedos y tenían, no sé, algo que los hacía diferentes. Parecía que no viesen lo que tenían delante sino otra cosa que estaba mucho más allá, algo que nadie más podía ver. El viento movía su pelo, no lo tenía largo, pero aquel día, ayer, el viento podía mover el pelo de un calvo.

Soledad, tan amable como detestable. La abandonaste, pues se quedó sola. Sólo caminaba, no tenía dónde ir. Así que dejé que inventará su destino. Una isla, desierta pero, poblada de vegetación muerta, con animales que se oyen pero no se ven y personas que aunque ni se las ve ni se las oye se siente su presencia, porque hay una amenaza, una amenaza que sólo una persona puede provocar y sufrir. Allí había un muchacho que la observaba, nunca lo vio, pero si no estaba allí, habría de admitir su locura, paso que nunca aceptaría.
Se acurrucó en el hueco que había quedado en el tronco de un árbol después de que un rayo lo fulminara y doblara. Por cierto llovía, siempre llovía.
Le acaricié suavemente la mejilla mientras dormía, se estremeció para despertarse agitada, era de día, seguía siendo ayer. Vivía en la vieja casa negra, la misma dónde vivo yo, mentí, si la conocía.

La observo, la sigo, la detesto, la adoro.

Volvamos al hombre, está a cincuenta metros de ella y caminan en direcciones opuestas. Trato de decir que se van a encontrar. Él camina más lento, ella va más distraída. Treinta. Lleva un jersey violeta, me gusta, parece caliente. Veinte. Lleva pantalones y botas, que manía todas con las botas. Diez. Yo no tengo nada en contra de las botas, pero ni siquiera he visto la campaña publicitaria promocionándolas y no lo duden, la ha habido. Cinco, cuatro, tres metros, dos, uno, se cruzan y no se dicen nada. ¿Quién dijo que se conocieran?
Tiene madre y padre, pero los odia, tiene abuela, pero ha muerto. ¿Abuelo? No sé, nadie habló de un abuelo.

Ahora les contaré cómo se convirtió en una criatura de quince centímetros de altura. No, mejor ir por orden.
-¿Tiene hora?
-¿Mande?
-Hora
Tengo yo cara de tener hora, no me ven la expresión de concentración. Volvamos a empezar.

No es fácil contar una historia.

Todo era gris, no hacían falta palabras si con sólo una se podían expresar tantas desgracias. Se puede ser viuda a los quince años, es una afirmación.
Se podría contar el por qué de la relación con sus padres, su soledad, sus sueños, su viudedad. Pero sus ojos… Habían viajado al infinito.

Me voy a dormir, sin duda mañana seguirá siendo ayer.

Quería ser aquella niña pequeña que no entendía nada, inocente. Cuando las cosas pasaban sin más y nada había que poner en duda. Quería ser pequeña, para que nadie la viera, quería ser mágica para que nadie osará tocarla. Nunca estuvo segura de que sus sueños se hicieran realidad, en cualquier caso ya había pasado, ya era ayer.

Tenía un secreto, nunca me lo había contado, ya he dicho que no hablaba. Bueno tampoco es que mi relación con ella… Me limitaba a observarla. Pero su secreto me atraía igual que me atraía ella.

Volvamos a mi madre, mi madre era, como decirlo, posesiva. No sé si defino bien lo que quiero decir. No me llevaba bien con mi madre, el roce hacía ya daño. No me entendía.

El hombre estaba triste. Seguramente algo le había pasado. Su mujer quizá. No, no estaba casado. Vagaba por la ciudad (vagar: todos entendemos lo que significa vagar, pero en este caso significa no saber por donde vas, no mirar nada de lo que tienes delante, dudar a cada paso, tener los pies temblorosos y las manos sudadas, querer ir a alguna parte y chocarte siempre contra el mismo muro, querer llorar y no poder)

Volvamos a mi historia, porque necesito una.

Algo había de desesperación en el aire, llovía, era ayer. El aire blanquecino de una niebla que podría ser más espesa se mezclaba con tonalidades grises del humo y de la ciudad. Un tenue olor a castaña flotaba en el aire, mezclado con humedad y humo.

Tendrían que ver los ojos de aquel hombre porque yo no sabría describirlos. Eran, eran… Increíblemente profundos, los tenía hundidos en la cara, escondidos, tan solo eran una sombra negra encima de su nariz y debajo de sus cejas. Pestañas, las habría.

Un argumento (presentación, nudo y desenlace es ya excesivo) sólo pido un argumento. He mentido, quiero un historia, una historia mía, pero son tan endebles.

La injusticia está allí donde una persona ha dejado su rastro. ¿A dónde huir? (Ya decía yo que huir sin hache parecía extraño)
-Puedes darme una esperanza.
-No creo que la pidas donde debes.
-No hay lugar para pedirla.
-Procura no pronunciar la palabra “esperanza”, se produce un estremecimiento en “la fuerza” cada vez que alguien la dice.

Ayer me topé con un gato. Me seguía. Bueno, no era tan sencillo. Se anticipaba a mis movimientos. Andaba delante de mi con la cabeza girada mirándome continuamente. Me puso nervioso, un gato no puede ser más inteligente que yo, no puede.

Algo me dice que me niego a ver lo que tengo delante de mi. Como si las cosas sucedieran a mi alrededor y yo consiguiese de algún modo no darme cuenta de nada. Dame una pista. ¿El hombre?
El hombre está caminando, sigue vagando, aunque apenas ha avanzado desde que lo dejé por última vez. Sin duda si ocurriese algo lo contaría.

Lleva los ojos cerrados, no se topa con nadie, parece saber mejor por donde va ahora que antes. Ha metido las manos en los bolsillos de su abrigo. Ha recobrado la seguridad. No, espera. Esa nunca la había perdido.
Un suspiro, muy profundo, piensa en algo. Me intriga. Es algo. Es mi historia, aunque no la controlo, mejor dejarlo. Me rindo.

Muchas veces una historia se abandona. No estás contento contigo mismo. Es igual que la vida real. Nunca eres ecuánime con tu vida. Siempre te críticas en exceso. Esto es una mierda.

Miro la silueta de una montaña, ¿a qué se parece? La montaña no se ve desde la casa vieja, mentí, no vivo allí, la mujer tampoco.

¿La rabia que hay en esta ciudad será común en otras? Me estremezco con algunas notas altas de la música y con una interrupción.

Había seguido caminando, esta vez había avanzado más. Nada nuevo que contar. ¿Han conocido alguna vez a un italiano? Este hombre tiene cara de italiano. No sé por qué he dicho esto, es una tontería, pero cierta.

La chica no salió de su casa, ¿qué casa? La suya.

Tantas cosas tenían en común que les era imposible conocerse. Tan distintos eran sus pensamientos como su rabia. Suenan los tambores, un desfile. No, es mi cabeza.

Ha llegado a la playa (una playa en invierno, con niebla y mar agitada, llovía por supuesto) Caminaba por la arena mojada, tenía los zapatos llenos de arena y el abrigo también, se había sentado. Miraba lejos, más allá de un barco que flotaba en el horizonte. Un jardín del invierno. El agua chorreaba desde su sombrero, un reguero de agua se deslizaba por su cara. Estaba completamente empapado. Su mente estaba tan lejos como su pasado. Sus sentimientos estaban en el hospital. Una ola alcanzó sus zapatos de modo que no llegó a mojarle el culo. No se inmutó. No creo que se diese cuenta. Sólo se oían los bramidos del mar. Había agua en el cielo, en la tierra y en el mar sólo había olas. Obvió lo lejano y apoyando su frente en sus rodillas se puso a mirar la arena. ¿Cuánta agua podría absorber aquello sin encharcarse? ¿Cuánta lagrimas podían caer del cielo? Acaso no se había llorado ya todo lo que se podía haber llorado. Ayer llovía.

La sensación de la caricia de un beso en sus labios le podía hacer más daño del que había sentido en toda su vida. Su pasado le había traicionado. Cuantas cosas no tenían ya sentido. No había nadie que preguntara dónde estaba.

Tengo una historia que contar, puede, es un posibilidad, algo incierta por ahora. Es un hombre interesante. Creo que no me va a gustar su final. ¿Alguien dice algo?

La música ha desaparecido tras la voz de una mujer. Estoy desconcertado. ¿Era ayer? Me gustan los tambores.
-¿Por qué?
Tantas preguntas en tan pocas palabras. Tanta historia (no la mía, la Historia) en tan pocas palabras, una vida resumida en dos palabras y una entonación.

Creo que es hora de volver a la mujer, a partir de ahora la voy a llamar chica (si me acuerdo), pienso que será más oportuno. Estaba tumbada en su cama, acurrucada en un rincón, en la posición fetal, esperando un abrazo que no iba a llegar y que de todas formas no iba a soportar.

Lleva todo el día lloviendo (ayer) y por primera vez consigo oír la lluvia. Una gran variedad de sonidos se liberan golpeando las ventanas, el tejado, los balcones, las vidas.
Tenía los ojos rojos, quería llorar. Quería olvidar, quería huir. La lluvia.
-Me mentiste.
Estaba confiado, asqueado pero confiado. Tan larga había sido su vida que sus cuarenta y tantos se le hacían cortos. Un gemido, no, espera, fue en la habitación de la chica.

He contado la dificultad de enfrentarse a un folio en blanco y el compromiso de luchar contra una historia. Pero y esto. ¿Soy yo quien cuenta la historia?¿Hay historia? Yo no la controlo.

Tenía que levantarse, tenía clase. Se había acostado vestida, no tardó un minuto en salir por la puerta después de haberse levantado.

Tengo algo en el pecho, ¿será contagioso?

¿Desgana es no tener gana? No tenía gana de nada, pero desganada, no sé si estaba. Tenía un tic, se tocaba el rabillo del ojo. El camino era cuesta abajo, se dejaba caer, no le importaba llegar tarde, pese a que no podía. Cuando las palabras resbalan por los oídos no hay palabras que hagan daño. Un suspiro. Llovía mucho. Fue ayer.
Había unas escaleras, ocultas bajo el agua se habían convertido en una cascada. No se dio cuenta, bajó por ellas como lo hizo siempre. Rutina (a algunos atormenta y otros la echan de menos, es nuestra idiosincrasia.)

La arena le subía por las piernas. La arena seguía siendo del mismo color que cuando la empezó a mirar. Yo seguía a la chica. Entró en clase, la esperé fuera, ¿lluvia, qué lluvia? Llovía.
Definitivamente no hay historia. Esperemos al día siguiente. Ayer. Dentro de media hora lo dejo.

Es un problema cuando no sabes lo que haces, te puede llevar a un punto sin retorno. ¿Qué coño estoy escuchando? Mueves las manos, esperando que adquiera sentido lo que hacen, una pauta(me encanta esta palabra.) Es una lucha para que no haya nada rojo en pantalla. Dolor de cabeza, ja, estoy fresco aún.

Miraba la pizarra o más allá (¿me repito?) Entendía todo demasiado bien, estaba asustada, posiblemente no por eso. Era inteligente, ya lo dije. Trabajaba en un bar, de eso estaba casi seguro.

El hombre se había levantado, era de noche, se había mojado “un poco”. No había lágrimas en su rostro, era lluvia. Llovía, ¿lo he dicho?

Me han amenazado, así es difícil escribir, en cualquier momento se puede ir la luz acabando con todo. Habiendo una linea tan estrecha entre lo real y lo escrito, una forma desconcertante de acabar con todo.

Ellos están al margen, lloran hacia dentro, están muy mojados. Una sombra que limpiar, siempre algo de suciedad distorsionando el mundo. Inmundicia, mundicia, ¿qué diferencia hay?

Déjame respirar, no me robes el aire, es mío. Salió de clase decidida, ya no era de noche. Ayer. Le obligaban a pagar, a ella. Desgraciados. Una ciudad ruin. No le pagaban, a él. Hijos de puta. Una ciudad oscura, perdida, llena de odio, ¿las vuestras son diferentes?
Una lucha continua por el aire que respiras. Una lucha contigo mismo y con todos lo que te rodean.
-Mi vida por un poco de cariño. ¿Dónde está el sol de York?
-Alguien se lo ha llevado, por eso llueve, para que no nos demos cuenta.
Ayer, llovía.
Tenía que ir, no lo podía evitar, era un imponderable, triste, cierto. Cuanto daño. ¿Es un plagio?¿Qué es un palgio? Rojo.
Estoy desconcertado, será mejor dejarlo. Ahora vuelvo. ¿Eso es mi corazón? Que sensación más horrorosa. Tranquilidad.

Es difícil retornar, voy a por abrigo, hace frío, llueve. Es ayer.
Coger, capturar, arrebatar o inventar un historia. Son sinónimos o esconden algo más. Se puede hablar de propiedad, realmente algo que me va a sobrevivir puede nunca ser mío. Lo grave es que tal vez nunca existió.

Tratas de escribir rápido, deslizando tus dedos sobre el teclado, intentando ir a la misma velocidad que tus pensamientos. Y de nuevo se te desvía un dedo y en vez de dar a la “c” para escribir “nunca”, escribes “nunva”. Rápido, un significado para esta palabra.

Movía ligeramente los labios, como si estuviese diciendo algo, me aproximé todo lo que pude, estaba cantando, fijo, pero ningún tipo de sonido salió de su boca. ¿Alguna vez han visto notas musicales flotando en el aire tal y como las representan en los comics?

Subir se le hacía duro, no era fácil hallar la motivación, tanto esfuerzo para volver a casa, a una casa más vacía que cuando la abandonó.

Era ayer, un nuevo día de lluvia, niebla y frío, tanto frío que costaba ver la cara de la gente escondida tras bufandas, gorros, cuellos de abrigo y cualquier cosa que abrigase. Cuando aquí hace frío, hace frío. No hablo de temperaturas bajo cero, pero una ciudad húmeda, abierta al norte, rodeada de mar puede absorber tanto frío como le plazca sin que el termómetro lo note.

Era ella, pese a su abrigo largo y su gorro se distinguía entre los demás. No era insignificante y prescindible como los otros, ella era necesaria y suficiente. Llega tarde. No, el resto del mundo llega pronto. Va a ocurrir algo, tiene que ocurrir algo, pero yo no quiero que ocurra nada, ¿no pueden seguir las cosas como han venido siendo hasta ahora? ¿A dónde va el mundo? ¿Por qué todos se alejan?

Vayamos al paseo marítimo, con el tiempo que hace ¿quién va a pasear allí? Con el mar salpicando agua y viento frío. Una silueta se distinguía entre la bruma, la niebla, la lluvia, el agua salpicada y el agua del mar que directamente alcanzaba el paseo.
-Dime destino en el que no creo. ¿Puedo traicionarte?
Olvidemos ese día. El día siguiente, ayer. Todo era diferente. Había una especie de calma intranquila, no llovía, el sol se dejaba ver aunque no calentaba. Busco, pero… Necesito el día anterior para comprender. Entender dónde he de buscar para encontrar comprensión. ¿Pedía esperanza? Olvida la esperanza, quiero consuelo. No. ¡Venganza!

Era ayer, mierda de historia (lo eres o me engañas). Había una silueta en el paseo. Ella caminaba por la ciudad muy abrigada. Salí a la calle, corrí hacía ella, trate de distraerla, cambiar su rumbo, pero se comportaba como si yo no existiese. Entró en una tienda. ¿De qué? No lo sé, no me dio tiempo a mirarlo. No miré.

La silueta había desaparecido.
Ella caminaba por la calle de nuevo, no había comprado nada.
La cabeza me daba vueltas.
Renuncio. A la mierda la historia. No puedo con ello. Una voz me grita en el oído. ¿Escuchaba esto ayer? No quiero oír hablar de ayer. Ayer nunca existió.
¿Dónde está la silueta?
Mientras ella iba hacía un gran edificio, quizá no grande en cuanto a tamaño, tampoco en cuanto a importancia. Pero aquí es uno de los más singulares que tenemos. Sin embargo es conocido por la plaza que contiene.

Entró al banco que estaba en dicho edificio. Tras ella estaba la silueta. Ambos anduvieron varios metros. De repente la agarraron por el cuello con un brazo, la silueta, el hombre. Hubo gritos, atraco, nervios. Ella lloraba, en silencio. Había un arma, apuntaba a ella, a ratos miraba a todas partes.
-¡Nadie se mueva, el dinero!
Había dinero, mucho, en una bolsa, en su mano, ella sujeta por su brazo y su otra mano alzando una pistola que apuntaba a la sien de la chica.
Estaban en la puerta de salida.

Un disparo. Todos quietos. Y una ráfaga después de que comprobaran que ambos estaban intactos.

Se hizo el silencio. Las caras se movían a cámara lenta mientras las cosas ocurrían a gran velocidad.

Después de notar presión en su brazo izquierdo vio como la chica se desplomaba al suelo, lentamente se cubría rojo. En su pistola no había balas. Ayer lloró y nunca pudo dejar de hacerlo.

Ayer.

(Escrito por Álvar Barca en 2000)

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