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Sobre titiriteros y la censura de la estupidez

Hace poco escribía sobre Erdoğan y cómo se estaba utilizando la censura en Turquía, no con fines ideológicos sino políticos. De la deriva anti-democrática y de los problemas que acechaban a la democracia turca. Suele pasar que vemos antes la paja en ojo ajeno que la viga en el propio. No voy a decir que en Turquía no hubiera pasado nada con un espectáculo de títeres sobre el PKK, probablemente también habrían acabado malparados los titiriteros. Pero si España y, por ende, los españoles se jactan de su democracia y de esa libertad de expresión de la que tanto presume occidente, no pueden ver con buenos ojos lo que ha pasado con los autores de ese espectáculo de títeres. No me he molestado en informarme a fondo sobre el tema, me resulta indiferente, no pretendo comentar el contenido del espectáculo. Me voy a poner en el peor supuesto posible. Que dichos titiriteros fueran unos idiotas, su show un despropósito y que fueran realmente ofensivos. Entonces, si empezamos a condenar la estupidez y la idiotez y a quienes dicen y hacen estupideces, vamos a levantar la economía del país a base de construir prisiones.

Una de las mejores cosas de la libertad de expresión es el derecho a equivocarnos. Si se empieza a castigar de esta forma lo políticamente incorrecto, las palabras malsonantes y necias, las voces desafortunadas, conseguiremos que grandes palabras no sean dichas por miedo a decir estupideces. Querer sancionar con prisión aquello que debería regular el sentido del ridículo.

Obviamente detrás de todo esto hay una corriente ideológica. No sabría decir si aquí la ideología viene antes o después de la política. Se han utilizado las leyes de forma abusiva para atacar a ciertos sectores de la población bajo ese lema tan ambiguo pero que parece tan claro como es «la apología del terrorismo», además de la «ley mordaza«. Mientras la cultura de la corrupción reinaba en España y se mostraba impune en los tribunales, muchos han sido condenados por escribir en la redes sociales. La gran mayoría serían burradas totalmente innecesarias. Pero qué es lo que tiene que decir una persona para merecer una condena, me pregunto. ¿Cuántos han sido condenados por pronunciar amenazas reales en contextos diferentes al que estamos hablando?

Lo peor de todo es que la ley, que si es ideológica y abusiva, no se puede decir que se esté utilizando con fines políticos. Da la sensación que el uso excesivo de la ley a modo de bullying de patio de colegio es un ejercicio de fuerza y de abuso de aquel que, simplemente, lo hace por que puede hacerlo. No sólo tienen los recursos para, ellos, salir indemnes en sus procesos judiciales, sino que de esta forma se jactan de poder usar la ley a su antojo y contra quien consideren oportuno. Como ya he dicho, las victimas de este bullying no son los referentes políticos e ideológicos que se oponen al Pp y a la derecha rancia de este país. Contra aquellos no tienen la capacidad, ni recursos intelectuales necesarios. Se ceban contra los que están indefensos. Los que escriben estupideces en twitter, los que se manifiestan en las plazas, los desahuciados, los jubilados que protestan porque les han robado sus pensiones…  Aquel  sector tan lejano al Pp que no temen golpearlo, vapulearlo y recrearse en su sufrimiento. Porque para ellos, sólo hay que leer algunos comentarios, son simple escoria que erradicar.

Pero, si algo ha sido el gobierno del Pp los últimos 4 años, además de nefasto, corrupto y empobrecedor, es estúpido. Estúpido para sus propios intereses. Es bastante obvio que, independientemente de su ideología, España no ha gozado de políticos brillantes. Menos mal, pues el expolio de las cuentas públicas habría sido aún peor y quizá, como en Turquía, tendríamos un Erdoğan instaurado en el poder de forma indefinida. Sin embargo, de ese abuso de poder, de esa defensa a ultranza de los intereses de los bancos, eléctricas y demás corporaciones, de la impunidad de las fuerzas policiales y  la saña con la que se han cebado con aquellos que menos tienen, han surgido los movimientos que están haciéndoles frente por primera vez en mucho tiempo. Ada Colau y algunos sectores de Podemos son el mejor ejemplo. Aquellos que, de nuevo al margen de la ideología, al contrario que la izquierda tradicional de este país, se han dedicado a proteger a aquellos que no podían protegerse por si mismos.

Mientras en Turquía se usa la censura para menoscabar las fuerzas que puedan restar poder al gobierno de los mal denominados «islamistas moderados», en España, el uso excesivo de la fuerza, la censura y el abuso de poder, a falta de una estrategia integral, está sirviendo para formar, por fin, una izquierda real y fuerte, que defiende lo que dice defender.

Lo que no puede hacer ahora esta nueva izquierda, en su intento de ser justa e infalible, es seguir el juego del Pp. Expulsar a miembros por escribir en twitter y exagerar en su reacción sobre los titiriteros. Que no puede ser lo mismo un fallo al programar un espectáculo de títeres que el desastre del Madrid Arena o el accidente del metro de Valencia.

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