Dirigida por: Darren Aronofsky
Año: 2010
País: Estados Unidos
Reparto: Natalie Portman, Mila Kunis, Vincent Cassel, Barabara Hershey, Winona Ryder.
Guión: Mark Heyman, Andrés Heinz, John McLaughlin
Director de Fotografía: Matthew Libatique
Montaje: Andrew Weisblum
Duración: 108′
2.35 : 1
Llegar a ser la bailarina principal, interpretar al cisne blanco y al cisne negro, los dos papeles antagonistas del Lago de los Cisnes, madurar, mejorar, dejarse llevar por la pasión, buscar la perfección. Alcanzar la esencia de los cisnes en la obra. Y luchar contra la envidia de las demás bailarinas, una madre estricta y controladora y un director exigente y desconcertante. Danza, interpretación, vanidades, pasión, sexo y una obsesión empujan a la protagonista interpretada por Natalie Portman hacia su realización como persona y bailarina, bailarina y persona. Construyen además un mundo, que es el de la interpretación, la búsqueda de un personaje, el ensayo, el error, el fracaso, la construcción de un papel y el crecimiento de un interprete. Es el mundo de Cisne Negro.
Ballet clásico. El lago de los cisnes. Darren Aronofsky. Una película. Retratar otro arte en una película siempre es un reto complicado. Filmar de forma veraz dicho arte es un objetivo indispensable y trascenderlo para convertirlo en cinematografía la lógica demanda del espectador de cine. Entregar este proyecto de danza a Darren Aronofsky es, cuando menos, una combinación que genera curiosidad, frecuentemente centrado en la decadencia y deriva del ser humano y su mente (“Pi, fe en el caos”, “Réquiem por un sueño”, “El luchador”), no ha tratado en su obra hasta ahora de reflejar la armonía que pueda tener el ballet, sino más bien todo lo contrario. Pero el director es valiente y exitosamente fiel a si mismo para trascender el ballet en una obra que habla de arte, de la pasión y la búsqueda de la verdad, de esa verdad tan esquiva y retorcida que es la perfección.
En la primera escena Aronofsky muestra sus intenciones. No estamos en un teatro. Seguimos en el cine y la cámara baila tanto o más que Natalie Portman, nos zambullimos de lleno en el mismo movimiento del ballet. Y danzamos al ritmo de la música clásica aderezada con la siempre tensa e intensa música de Clint Mansell. Pero no hemos venido a ver el lago de los cisnes, sino a participar de él. A aprender a alcanzar la esencia del movimiento de la danza y sus personajes. Para ello sonido e imagen se mezclan con eficacia, buscando ángulos expresivos, encuadres reflexivos y luces tenebristas. Un trabajado conjunto de elementos sonoros nos ayudan a comprender más de cerca el sufrimiento y sacrificio de la protagonista. Nos invitan a sufrir con ella y a disfrutar con sus éxitos, a combatir sus obstáculos y ayudarla a emanciparse. La forma de representar el lago de los cisnes nos empuja al sacrificio y la obsesión por una obra. Alentamos a la bailarina a rehacerse ante dolores y contratiempos, asistimos al proceso de creación de un personaje, participamos de él, crecemos con él. Gozamos con su realización.
Según nos muestra Aronofsky, el proceso que separa al actor de su personaje no dista mucho de la idea kafkiana de la metamorfosis. Aquella técnica interpretativa que te exige ser lo que actúas, convertirte en ello. Que tan buenos resultados da y que ha estrellado a tantas estrellas del cine.
En el Lago de los Cisnes, todos los bailarines y bailarinas giran en torno al cisne, como en la película todos los personajes giran entorno al de Natalie Portman, que los articula, los completa y se sustenta en ellos para ofrecer una interpretación soberbia definida, como su personaje, por dos papeles contrapuestos que desarrollar. Y que complementa con reconocido atino (ganadora del Oscar por el papel) sin ser fácil discernir en cuál destaca más. El ballet, al margen de lo que digan los expertos sobre la técnica de los actores, ha sido honrado y trasciende, no sólo a su representación cinematográfica, sino a una historia que habla tanto de este arte como de la esencia del ser humano, cumplimentando muy satisfactoriamente el reto de hacer una película de ballet y que quien no haya visto un ballet en su vida permanezca atento y en tensión cada minuto de la misma.